Originalmente publicado en manologo: No tenía donde dormir y cada noche buscaba un nuevo portal o algún lugar donde el frío de la madrugada no lo hiciera toser y se arrebujaba en la vieja frazada mugrienta, tratando de retomar o no perder el hilo de sus sueños; porque soñaba con esa vida que nunca había…
No tenía donde dormir y cada noche buscaba un nuevo portal o algún lugar donde el frío de la madrugada no lo hiciera toser y se arrebujaba en la vieja frazada mugrienta, tratando de retomar o no perder el hilo de sus sueños; porque soñaba con esa vida que nunca había tenido, pero que miraba en las vidrieras de las tiendas, en la gente que reía, en los restaurantes donde le daban las sobras que comía, en los niños que jugaban en la calle y en las motos que pasaban zumbando como moscas.
Soñaba que lo tenía todo y se resistía a despertar, hasta que un día no despertó porque lo único que le faltaba era dormir y dormir para siempre.
Socavar montañas no fue nada fácil Señor Oscuro. no crees que sea tiempo de detener la marcha, los abanicos se duermen sobre los luceros, son pesadas piedras, no logran contener la espesa savia de los ríos rojos, ni el tañer de las campanas del templo.
Originalmente publicado en Milenio: Dylan Thomas – No entres dócilmente en esa noche quieta (bilingüe) Do not go gentle into that good night Do not go gentle into that good night, Old age should burn and rave at close of day; Rage, rage against the dying of the light. Though wise men at their end…
DYLAN THOMAS – NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA No entres dócilmente en esa noche quieta. La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día; Rabia, rabia, contra la agonía de la luz. Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa, porque sus palabras no ensartaron relámpagos no entran dócilmente en esa noche quieta. Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde rabian, rabian contra la agonía de la luz. Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino no entran dócilmente en esa noche quieta. Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros rabian, rabian contra la agonía de la luz. Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas. No entres dócilmente en esa noche quieta. Rabia, rabia contra la agonía de la luz. Mis ojos también vieron cosas que nadie podrá ver jamás y los tuyos y los tuyos también.
DYLAN THOMAS – NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA No entres dócilmente en esa noche quieta. La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día; Rabia, rabia, contra la agonía de la luz. Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa, porque sus palabras no ensartaron relámpagos no entran dócilmente en esa noche quieta. Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde rabian, rabian contra la agonía de la luz. Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino no entran dócilmente en esa noche quieta. Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros rabian, rabian contra la agonía de la luz. Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas. No entres dócilmente en esa noche quieta. Rabia, rabia contra la agonía de la luz. Mis ojos también vieron cosas que nadie podrá ver jamás y los tuyos y los tuyos también.
Melancolía/Huella digital de sombra es una propuesta escénica original, en la que la literatura y la danza se dan cita para reflexionar sobre el sentido de la vida a través del acto de la creación. La música, siempre sorprendente en los montajes del coreógrafo cubano, incluye selecciones de artistas como Ryuichi Sakamoto y Alva Noto, Philip Glass, Ólafur Arnals y J.S. Bach, entre otros.
Inspirado en la vida y obra de la escritora británica Virginia Woolf, este ambicioso montaje de danza contemporánea se presentará del 15 AL 25 DE FEBRERO EN EL TEATRO BRITÁNICO, DE JUEVES A DOMINGO, A LAS 8:00 P.M.
Elenco: Ariam Leon, Naysha Meneses, Dionarah Herrera, Brenda Ortega, Giorgio Ramos Wong y José Carlos Estrada Pérez. Producción. Daniel Eizaga. Confección de vestuario: Nelly Pereira Riva. Diseño gráfico. Marcia Eizaga y Daniel Eizaga. Arte. Ariam Leon y Pepe Hevia. Dirección y Coreografía. Pepe Hevia.
SOBRE PEPE HEVIA.
Considerado uno de los coreógrafos jóvenes más importantes de la vanguardia de la danza cubana de los ochenta, Pepe Hevia (La Habana, 1971) ha presentado sus creaciones en escenarios de Estados Unidos, México, Costa Rica, España, Ecuador, entre otros países. Después de cinco años de exitosas colaboraciones con las principales instituciones del mundo de la danza en el Perú –entre ellas el Ballet Nacional, el Ballet San Marcos y la Escuela Nacional Superior de Ballet–, Hevia decidió afincarse de modo definitivo en nuestro país y convertir el gran proyecto de su vida, Pepe Hevia Dance Company, formación fundada en Barcelona en 1993, en una compañía peruana de danza contemporánea.
Melancolía/Huella digital de sombra, su más reciente creación al frente de este elenco, se inspira en la vida de la fascinante artista Virginia Woolf, una de las escritoras más controversiales de su época, así como en la esencia de su obra. La acción tiene como punto de partida el seminal ensayo feminista Una habitación propia, pero hurga también en las almas de personajes ficticios como Orlando, Mrs. Dalloway, Vita y Leonard. Es una pieza que habla de la identidad, del sexo y de la libertad, a pesar de que Virginia, en su búsqueda de paz en la vida, encontró la muerte. Es un poema de arquitectura compleja, con un despliegue técnico siempre en función de la comunicación y la belleza de los contrastes coreográficos, que viven entre los sutiles gestos y las secuencias exquisitamente elaboradas.
Con un elenco conformado por los bailarines Naysha Meneses, Dionarah Herrera, Brenda Ortega, Ariam León, Giorgio Ramos Wong, José Carlos Estrada y Pepe Hevia, Melancolía/Huella digital de sombra es una propuesta escénica original, en la que la literatura y la danza se dan cita para reflexionar sobre el sentido de la vida a través del acto de la creación. La música, siempre sorprendente en los montajes del coreógrafo cubano, incluye selecciones de artistas como Ryuichi Sakamoto y Alva Noto, Philip Glass, Ólafur Arnals y J.S. Bach, entre otros.
AGRADECIMIENTOS
Jeanette Moreno Silva,Susana Pous Anadon, Danay Hevia,Marta Roig, Inma Rubio Luna, Roberto Olivan, Mireia torres, Marta Pardos, Viviana Boronat,Silvia Paricio, Julie Berroneau, Nicolas Ricchini, Eva MB,Elena Dausá, Jesús Cobos, Sandra Sales Reid, Sònia Romà Querol, Laia Santanach, Gloria Zapater,Eva Vilamitjana, Ona Marimon, Àngels Casadó, Manuel fernández, Victor Manuel Solano, Ester Vendrell, Cristina Beltran, Rodrigo Garbarino, Alexander Lopez Guerra, Nelly Pereira Riva, Vanessa Floress, Derek Castañeda, Isabel Llanos Pinto, Ivette Zuazo, Morella Petrozzi, José Avilés, Fany Rodríguez, Javier Gamboa, Yitzhak Fowks Z., Michele della Volpe, Pamela Alderson, Luzmila Chang, Yoiné del Vedado,David Ruiz López-Prisuelos, Carolina Vigil, Gabriela Paliza, Inés Hernández, Jordi Vilarta, Sergio Meneses, Mariela Castillo, Jane Lise H’Ormaycht, Janio López, Elena Guerra, Ginna Gina Natteri Mármol, Pachi Valle Riestra, Dennis Ferguson Acosta, Juan Salas Ariza, Alonso Almenara,Fernando Torres,Karina Moy,Oscar Zavala, Maria Elena Herrera, ICPNA, Ballet San Marcos, ENSB, Centro Cultural el Olivar y Teatro Británico.
A todos los bailarines y amigos que me han acompañado a lo largo de estos 25 años. Siempre presentes en mí.
De los huesos también,
de la sal más entera de la sangre,
del ácido más fiel,
del alma más profunda y verdadera,
del alimento más entusiasmado,
del hígado y del llanto,
viene el oleaje tenso de la muerte,
el frío sudor de la esperanza,
y viene Dios riendo.
Caminan los libros a la hoguera.
Se levanta el telón: aparece el mar.
PRIMERA PARTE
I
Déjame reposar, aflojar los músculos del corazón y poner a dormitar el alma para poder hablar, para poder recordar estos días, los más largos del tiempo.
Convalecemos de la angustia apenas y estamos débiles, asustadizos, despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño para verte en la noche y saber que respiras. Necesitamos despertar para estar más despiertos en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.
Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas, por eso es que este hachazo nos sacude. Nunca frente a tu muerte nos paramos a pensar en la muerte, ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría. No lo sabemos bien, pero de pronto llega un incesante aviso, una escapada espada de la boca de Dios que cae y cae y cae lentamente. Y he aquí que temblamos de miedo, que nos ahoga el llanto contenido, que nos aprieta la garganta el miedo.
Nos echamos a andar y no paramos de andar jamás, después de medianoche, en ese pasillo del sanatorio silencioso donde hay una enfermera despierta de ángel. Esperar que murieras era morir despacio, estar goteando del tubo de la muerte, morir poco, a pedazos.
No ha habido hora más larga que cuando no dormías, ni túnel más espeso de horror y de miseria que el que llenaban tus lamentos, tu pobre cuerpo herido.
II
Del mar, también del mar, de la tela del mar que nos envuelve, de los golpes del mar y de su boca, de su vagina obscura, de su vómito, de su pureza tétrica y profunda, vienen la muerte, Dios, el aguacero golpeando las persianas, la noche, el viento.
De la tierra también, de las raíces agudas de las casas, del pie desnudo y sangrante de los árboles, de algunas rocas viejas que no pueden moverse, de lamentables charcos, ataúdes del agua, de troncos derribados en que ahora duerme el rayo, y de la yerba, que es la sombra de las ramas del cielo, viene Dios, el manco de cien manos, ciego de tantos ojos, dulcísimo, impotente. (Omniausente, lleno de amor, el viejo sordo, sin hijos, derrama su corazón en la copa de su vientre.)
De los huesos también, de la sal más entera de la sangre, del ácido más fiel, del alma más profunda y verdadera, del alimento más entusiasmado, del hígado y del llanto, viene el oleaje tenso de la muerte, el frío sudor de la esperanza, y viene Dios riendo.
Caminan los libros a la hoguera. Se levanta el telón: aparece el mar.
(Yo no soy el autor del mar.)
III
Siete caídas sufrió el elote de mi mano antes de que mi hambre lo encontrara, siete veces mil veces he muerto y estoy risueño como en el primer día. Nadie dirá: no supo de la vida más que los bueyes, ni menos que las golondrinas. Yo siempre he sido el hombre, amigo fiel del perro, hijo de Dios desmemoriado, hermano del viento. ¡A la chingada las lágrimas!,dije, y me puse a llorar como se ponen a parir. Estoy descalzo, me gusta pisar el agua y las piedras, las mujeres, el tiempo, me gusta pisar la yerba que crecerá sobre mi tumba (si es que tengo una tumba algún día). Me gusta mi rosal de cera en el jardín que la noche visita. Me gustan mis abuelos de Totomoste y me gustan mis zapatos vacíos esperándome como el día de mañana. ¡A la chingada la muerte!, dije, sombra de mi sueño, perversión de los ángeles, y me entregué a morir como una piedra al río, como un disparo al vuelo de los pájaros.
IV
Vamos a hablar del Príncipe Cáncer, Señor de los Pulmones, Varón de la Próstata, que se divierte arrojando dardos a los ovarios tersos, a las vaginas mustias, a las ingles multitudinarias.
Mi padre tiene el ganglio más hermoso del cáncer en la raíz del cuello, sobre la subclavia, tubérculo del bueno de Dios, ampolleta de la buena muerte, y yo mando a la chingada a todos los soles del mundo. El Señor Cáncer, El Señor Pendejo, es sólo un instrumento en las manos obscuras de los dulces personajes que hacen la vida.
En las cuatro gavetas del archivero de madera guardo los nombres queridos, la ropa de los fantasmas familiares, las palabras que rondan y mis pieles sucesivas.
También están los rostros de algunas mujeres los ojos amados y solos y el beso casto del coito. Y de las gavetas salen mis hijos. ¡Bien haya la sombra del árbol llegando a la tierra, porque es la luz que llega!
V
De las nueve de la noche en adelante, viendo televisión y conversando estoy esperando la muerte de mi padre. Desde hace tres meses, esperando. En el trabajo y en la borrachera, en la cama sin nadie y en el cuarto de niños, en su dolor tan lleno y derramado, su no dormir, su queja y su protesta, en el tanque de oxígeno y las muelas del día que amanece, buscando la esperanza.
Mirando su cadáver en los huesos que es ahora mi padre, e introduciendo agujas en las escasas venas, tratando de meterle la vida, de soplarle en la boca el aire…
(Me avergüenzo de mí hasta los pelos por tratar de escribir estas cosas. ¡Maldito el que crea que esto es un poema!)
Quiero decir que no soy enfermero, padrote de la muerte, orador de panteones, alcahuete, pinche de Dios, sacerdote de penas. Quiero decir que a mí me sobre el aire…
VI
Te enterramos ayer. Ayer te enterramos. Te echamos tierra ayer. Quedaste en la tierra ayer. Estás rodeado de tierra desde ayer. Arriba y abajo y a los lados por tus pies y por tu cabeza está la tierra desde ayer. Te metimos en la tierra, te tapamos con tierra ayer. Perteneces a la tierra desde ayer. Ayer te enterramos en la tierra, ayer.
VII
Madre generosa de todos los muertos, madre tierra, madre, vagina del frío, brazos de intemperie, regazo del viento, nido de la noche, madre de la muerte, recógelo, abrígalo, desnúdalo, tómalo, guárdalo, acábalo.
VIII
No podrás morir. Debajo de la tierra no podrás morir. Sin agua y sin aire no podrás morir. Sin azúcar, sin leche, sin frijoles, sin carne, sin harina, sin higos, no podrás morir. Sin mujer y sin hijos no podrás morir. Debajo de la vida no podrás morir. En tu tanque de tierra no podrás morir. En tu caja de muerto no podrás morir. En tus venas sin sangre no podrás morir. En tu pecho vacío no podrás morir. En tu boca sin fuego no podrás morir. En tus ojos sin nadie no podrás morir. En tu carne sin llanto no podrás morir. No podrás morir. No podrás morir. No podrás morir. Enterramos tu traje, tus zapatos, el cáncer; no podrás morir. Tu silencio enterramos. Tu cuerpo con candados. Tus canas finas, tu dolor clausurado. No podrás morir.
IX
Te fuiste no sé a dónde. Te espera tu cuarto. Mi mamá, Juan y Jorge te estamos esperando. Nos han dado abrazos de condolencia, y recibimos cartas, telegramas, noticias de que te enterramos, pero tu nieta más pequeña te busca en el cuarto, y todos, sin decirlo, te estamos esperando.
X
Es un mal sueño largo, una tonta película de espanto, un túnel que no acaba lleno de piedras y de charcos. ¡Qué tiempo éste, maldito, que revuelve las horas y los años, el sueño y la conciencia, el ojo abierto y el morir despacio!
XI
Recién parido en el lecho de la muerte, criatura de la paz, inmóvil, tierno, recién niño del sol de rostro negro, arrullado en la cuna del silencio, mamando obscuridad, boca vacía, ojo apagado, corazón desierto.
Pulmón sin aire, niño mío, viejo, cielo enterrado y manantial aéreo voy a volverme un llanto subterráneo para echarte mis ojos en tu pecho.
XII
Morir es retirarse, hacerse a un lado, ocultarse un momento, estarse quieto, pasar el aire de una orilla a nado y estar en todas partes en secreto.
Morir es olvidar, ser olvidado, refugiarse desnudo en el discreto calor de Dios, y en su cerrado puño, crecer igual que un feto.
Morir es encenderse bocabajo hacia el humo y el hueso y la caliza y hacerse tierra y tierra con trabajo.
Apagarse es morir, lento y aprisa tomar la eternidad como a destajo y repartir el alma en la ceniza.
XIII
Padre mío, señor mío, hermano mío, amigo de mi alma, tierno y fuerte, saca tu cuerpo viejo, viejo mío, saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río, tu frente limpia en que aprendí a quererte, tu brazo como un árbol en el frío saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero, tu boca firme y tu mirada abierta, tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta. Parece que yo soy el que me muero: ¡padre mío, despierta!
XIV
No se ha roto ese vaso en que bebiste, ni la taza, ni el tubo, ni tu plato. Ni se quemó la cama en que moriste, ni sacrificamos un gato.
Te sobrevive todo. Todo existe a pesar de tu muerte y de mi flato. Parece que la vida nos embiste igual que el cáncer sobre tu omóplato.
Te enterramos, te lloramos, te morimos, te estás bien muerto y bien jodido y yermo mientras pensamos en lo que no hicimos
y queremos tenerte aunque sea enfermo. Nada de lo que fuiste, fuiste y fuimos a no ser habitantes de tu infierno.
XV
Papá por treinta o por cuarenta años, amigo de mi vida todo el tiempo, protector de mi miedo, brazo mío, palabra clara, corazón resuelto,
te has muerto cuando menos falta hacías, cuando más falta me haces, padre, abuelo, hijo y hermano mío, esponja de mi sangre, pañuelo de mis ojos, almohada de mi sueño.
Te has muerto y me has matado un poco. Porque no estás, ya no estaremos nunca completos, en un sitio, de algún modo.
Algo le falta al mundo, y tú te has puesto a empobrecerlo más, y a hacer a solas tus gentes tristes y tu Dios contento.
XVI
(Noviembre 27)
¿Será posible que abras los ojos y nos veas ahora? ¿Podrás oírnos? ¿Podrás sacar tus manos un momento?
Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta, tu cumpleaños, viejo. Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos venimos a abrazarte, todos, viejo. ¡Tienes que estar oyendo! No vayas a llorar como nosotros porque tu muerte no es sino un pretexto para llorar por todos, por los que están viviendo. Una pared caída nos separa, sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo.
XVII
Me acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza. No eras distinto a mí, ni eras lo mismo. Eras, cuando estoy triste, mi tristeza.
Eras, cuando caía, eras mi abismo, cuando me levantaba, mi fortaleza. Eras brisa y sudor y cataclismo, y eras el pan caliente sobre la mesa.
Amputado de ti, a medias hecho hombre o sombra de ti, sólo tu hijo, desmantelada el alma, abierto el pecho,
Ofrezco a tu dolor un crucifijo: te doy un palo, una piedra, un helecho, mis hijos y mis días, y me aflijo.
SEGUNDA PARTE
I
Mientras los niños crecen, tú, con todos los muertos, poco a poco te acabas. Yo te he ido mirando a través de las noches por encima del mármol, en tu pequeña casa. Un día ya sin ojos, sin nariz, sin orejas, otro día sin garganta, la piel sobre tu frente agrietándose, hundiéndose, tronchando obscuramente el trigal de tus canas. Todo tú sumergido en humedad y gases haciendo tus desechos, tu desorden, tu alma, cada vez más igual tu carne que tu traje, más madera tus huesos y más huesos las tablas. Tierra mojada donde había tu boca, aire podrido, luz aniquilada, el silencio tendido a todo tu tamaño germinando burbujas bajo las hojas de agua. (Flores dominicales a dos metros arriba te quieren pasar besos y no te pasan nada.)
II
Mientras los niños crecen y las horas nos hablan tú, subterráneamente, lentamente, te apagas. Lumbre enterrada y sola, pabilo de la sombra, veta de horror para el que te escarba.
¡Es tan fácil decirte «padre mío» y es tan difícil encontrarte, larva de Dios, semilla de esperanza!
Quiero llorar a veces, y no quiero llorar porque me pasas como un derrumbe, porque pasas como un viento tremendo, como un escalofrío debajo de las sábanas, como un gusano lento a lo largo del alma.
¡Si sólo se pudiera decir: «papá, cebolla, polvo, cansancio, nada, nada, nada» !Si con un trago te tragara! ¡Si con este dolor te apuñalara! ¡Si con este desvelo de memorias -herida abierta, vómito de sangre- te agarrara la cara!
Yo sé que tú ni yo, ni un par de valvas, ni un becerro de cobre, ni unas alas
sosteniendo la muerte, ni la espuma en que naufraga el mar, ni -no- las playas, la arena, la sumisa piedra con viento y agua, ni el árbol que es abuelo de su sombra, ni nuestro sol, hijastro de sus ramas, ni la fruta madura, incandescente, ni la raíz de perlas y de escamas, ni tío, ni tu chozno, ni tu hipo, ni mi locura, y ni tus espaldas, sabrán del tiempo obscuro que nos corre desde las venas tibias a las canas.
(Tiempo vacío, ampolla de vinagre, caracol recordando la resaca.)
He aquí que todo viene, todo pasa, todo, todo se acaba. ¿Pero tú? ¿pero yo? ¿pero nosotros? ¿para qué levantamos la palabra? ¿de qué sirvió el amor? ¿cuál era la muralla que detenía la muerte? ¿dónde estaba el niño negro de tu guarda?
Ángeles degollados puse al pie de tu caja, y te eché encima tierra, piedras, lágrimas, para que ya no salgas, para que no salgas.
III
Sigue el mundo su paso, rueda el tiempo y van y vienen máscaras. Amanece el dolor un día tras otro, nos rodeamos de amigos y fantasmas, parece a veces que un alambre estira la sangre, que una flor estalla, que el corazón da frutas, y el cansancio canta.
Embrocados, bebiendo en la mujer y el trago, apostando a crecer como las plantas, fijos, inmóviles, girando en la invisible llama. Y mientras tú, el fuerte, el generoso, el limpio de mentiras y de infamias, guerrero de la paz, juez de victorias -cedro del Líbano, robledal de Chiapas- te ocultas en la tierra, te remontas a tu raíz obscura y desolada.
IV
Un año o dos o tres, te da lo mismo. ¿Cuál reloj en la muerte?, ¿qué campana incesante, silenciosa, llama y llama? ¿qué subterránea voz no pronunciada? ¿qué grito hundido, hundiéndose, infinito de los dientes atrás, en la garganta aérea, flotante, pare escamas?
¿Para esto vivir? ¿para sentir prestados los brazos y las piernas y la cara, arrendados al hoyo, entretenidos los jugos en la cáscara? ¿para exprimir los ojos noche a noche en el temblor obscuro de la cama, remolino de quietas transparencias, descendimiento de la náusea?
¿Para esto morir? ¿para inventar el alma, el vestido de Dios, la eternidad, el agua del aguacero de la muerte, la esperanza? ¿morir para pescar? ¿para atrapar con su red a la araña?
Estás sobre la playa de algodones y tu marca de sombras sube y baja.
V
Mi madre sola, en su vejez hundida, sin dolor y sin lástima, herida de tu muerte y de tu vida.
Esto dejaste. Su pasión enhiesta, su celo firme, su labor sombría. Árbol frutal a un paso de la leña, su curvo sueño que te resucita. Esto dejaste. Esto dejaste y no querías.
Pasó el viento. Quedaron de la casa el pozo abierto y la raíz en ruinas. Y es en vano llorar. Y si golpeas las paredes de Dios, y si te arrancas el pelo o la camisa, nadie te oye jamás, nadie te mira. No vuelve nadie, nada. No retorna el polvo de oro de la vida.
Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto. ALEJANDRA PIZARNIK.
Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.
Originalmente publicado en Hablo de mí: (A 45 años de la muerte de Alejandra Pizarnik) ¿ADÓNDE FUE LA OBRERA ENAMORADA? la alucinada con su “maleta de piel de pájaro” huye de sí misma con un cuchillo en la memoria. ¿FUE AL AIRE LA OBRERA ENAMORADA? el aire me castiga el ser detrás del aire hay…
ALEJANDRA PIZARNIK
Fue una de las grandes voces de la generación del sesenta. Considerada como una de las poetas surrealistas más importantes de Argentina y América Latina.
Nada
El viento muere en mi herida. La noche mendiga mi sangre.
Despedida por Alejandra Pizarnik
Mata su luz un fuego abandonado. Sube su canto un pájaro enamorado. Tantas criaturas ávidas en mi silencio y esta pequeña lluvia que me acompaña
Madrugada por Alejandra Pizarnik
Desnudo soñando una noche solar. He yacido días animales. El viento y la lluvia me borraron como a un fuego, como a un poema escrito en un muro.
El miedo
En el eco de mis muertes aún hay miedo. ¿Sabes tú del miedo? Sé del miedo cuando digo mi nombre. Es el miedo, el miedo con sombrero negro escondiendo ratas en mi sangre, o el miedo con labio muertos bebiendo mis deseos. Sí. En el eco de mis muertes aún hay miedo.
Sólo un nombre
alejandra alejandra debajo estoy yo alejandra
DÍAS CONTRA EL ENSUEÑO
No querer blancos rodando en planta movible. No querer voces robando semillosas arqueada aéreas. No querer vivir mil oxígenos nimias cruzadas al cielo. No querer trasladar mi curva sin encerar la hoja actual. No querer vencer al imán la alpargata se deshilacha. No querer tocar abstractos llegar a mi último pelo marrón. No querer vencer colas blandas los árboles sitúan las hojas. No querer traer sin caos portátiles vocablos.
explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome
La carencia
Yo no sé de pájaros, no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debería tener alas.
15
Extraño desacostumbrarme de la hora en que nací. Extraño no ejercer más oficio de recién llegada.
12
no más las dulces metamorfosis de una niña de seda sonámbula ahora en la cornisa de niebla su despertar de mano respirando de flor que se abre al viento
La palabra que sana
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.
La última inocencia
Partir en cuerpo y alma partir.
Partir deshacerse de las miradas piedras opresoras que duermen en la garganta.
He de partir no más inercia bajo el sol no más sangre anonadada no más formar fila para morir.
He de partir
Pero arremete, ¡viajera!
Cenizas La noche se astilló de estrellas mirándome alucinada el aire arroja odio embellecido su rostro con música. Pronto nos iremos Arcano sueño antepasado de mi sonrisa el mundo está demacrado y hay candado pero no llaves y hay pavor pero no lágrimas. ¿Qué haré conmigo? Porque a Ti te debo lo que soy Pero no tengo mañana Porque a Ti te… La noche sufre.
Cuarto solo Si te atreves a sorprender la verdad de esta vieja pared; y sus fisuras, desgarraduras, formando rostros, esfinges, manos, clepsidras, seguramente vendrá una presencia para tu sed, probablemente partirá esta ausencia que te bebe.
Exilio A Raúl Gustavo Aguirre Esta manía de saberme ángel, sin edad, sin muerte en qué vivirme, sin piedad por mi nombre ni por mis huesos que lloran vagando. ¿Y quién no tiene un amor? ¿Y quién no goza entre amapolas? ¿Y quién no posee un fuego, una muerte, un miedo, algo horrible, aunque fuere con plumas, aunque fuere con sonrisas? Siniestro delirio amar a una sombra. La sombra no muere. Y mi amor sólo abraza a lo que fluye como lava del infierno: una logia callada, fantasmas en dulce erección, sacerdotes de espuma, y sobre todo ángeles, ángeles bellos como cuchillos que se elevan en la noche y devastan la esperanza.
Hija del viento
Han venido. Invaden la sangre. Huelen a plumas, a carencias, a llanto. Pero tú alimentas al miedo y a la soledad como a dos animales pequeños perdidos en el desierto.
Han venido a incendiar la edad del sueño. Un adiós es tu vida. Pero tú te abrazas como la serpiente loca de movimiento que sólo se halla a sí misma porque no hay nadie.
Tú lloras debajo del llanto, tú abres el cofre de tus deseos y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan.
¿ADÓNDE FUE LA OBRERA ENAMORADA?
la alucinada con su “maleta de piel de pájaro” huye de sí misma con un cuchillo en la memoria.
¿FUE AL AIRE LA OBRERA ENAMORADA?
el aire me castiga el ser
detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre.
LA OBRERA DE LA PALABRA MURIÓ
la sombra no muere.
¿POR QUÉ CAMINITO SE FUE?
he dado el salto de mí al alba
¿SE FUE POR EL CAMINO QUE LOS DÍAS OSCUROS TEJEN / COMO HORMIGAS DESESPERADAS IGUALES?
sólo buscaba un lugar más o menos propicio para vivir, quiero decir un sitio pequeño donde cantar y poder llorar tranquila a veces.
¿COMO VAIVÉN DE PASES CIEGOS EN UN CUARTO?
la pequeña viajera
moría explicando su muerte
¿TENDRÍA LA OBRERA POCA LUZ?
la luz es demasiado grande
para mi infancia
Originalmente publicado en JARDÍN DE LIBROS: Ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora y que fue el rojo Adán, y que es ahora, todos los hombres, y que no veremos. Ya somos en la tumba las dos fechas del principio y el término. La caja, la obscena corrupción y…
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán, y que es ahora,
todos los hombres, y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte, y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del Cielo
esta meditación es un consuelo.
El poema está incluido en el libro El olvido que seremos del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince.
Hécate, Ars Poetica. Revista Internacional de Poesía, Cuento y Teoría de la Poesía -/- Εκάτη, Ars Poetica. Διεθνής Επιθεώρηση Ποίησης, Διηγήματος και Θεωρίας της Ποίησης
A site where to find various information and resources on evaluation, public policy and evaluating public policies. / Un portal donde encontrar información variada y recursos sobre evaluación, políticas públicas y evaluación de políticas públicas.
El camino verdadero pasa por una cuerda, que no está extendida en alto sino sobre el suelo. Parece preparada más para hacer tropezar que para que se siga su rumbo. (Franz Kafka)
Leituras da prosa, poesia e teatro de David Haize (R. Roldan-Roldan). O site http://roldan.vilabol.uol.com.br deixou de existir. Seus textos serão movidos para este blog, veja ao fim do menu à direita.
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