¿Quién era? por Fanny Jem wong

¿Quién era? por Fanny Jem wong

 
 
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¿Quién era?

Aplicare quizás las mismas negras palabras,
mientras las sombras aconsejan suicidarse.
La contradicción siempre presente
en los estridentes ecos de mis viseras.

Un Adagio acaricia los sordos oídos,
algún día pienso, revelaré vuestro secreto
el gran César unos años más viejo, negará pecados,
omitirá su naturaleza, espantará sus verdes moscas

Acomodara fríamente la inmerecida corona,
pronunciara una frase fétida pero razonable
o quizás simplemente dirá con tono irónico
-¿Quién era?
-No la recuerdo

FANNY JEM WONG
21-06-08

“¡Recógelos! Siempre fueron tuyos…No perderás la corona
El agua que corre por las afiladas lunas es muda, las penas…no lo son”

 
 
Posted by FANNY JEM WONG at 9:05 PM
 

 

 

 

POEMAS, FRASES, PENSAMIENTOS, RETAZOS

ÁRBOL SAGRADO: A MI PADRE

Saturday, June 14, 2008

 ÁRBOL SAGRADO: A MI PADRE

 
 
 

 

ÁRBOL SAGRADO: A MI PADRE

Cobija amor bajo el influjo de la magia de tu reino
purpúreas penas y amargas soledades
Abraza entre tus raíces mi mundo de cristales rojos
y bajo tu copa celestial ,cúbreme de las tempestades
Dale a este corazón los símbolos de tu fortaleza y de tu aliento

Que tu tronco sea el eterno vínculo entre nuestras almas
Viste, con tus himnos sagrados de primavera, el campo santo
Cubre de oro y de sangre los cabellos de tu triste princesa
Borda de prisa el edredón de flores que le dé abrigo
Aleja los peligros y la funesta oscuridad que amenaza

Acaricia, entre melancólicos susurros, el entendimiento
Y sea tu veneno y fuego procesión de espantasombras
En cada piedra ordena que sea grabada una hoja con nuestros nombres
¡Guerrero! Levanta la espada en honor a la justicia…
¡Protégeme!

Oculta las frambuesas que me alimentan con tus hojas amarillas
y, bajo tu copa mullida, dame tranquilidad entre tus ramas
No pierdas jamás el grueso abrigo en invierno,
No dejes que me vean, cúbreme de encajes verdes
Sean tus tiernos brotes inspiración sabia de estas manos

Aleja, con tu aroma,a los demonios, serpientes y vacíos
Limpia, con la sabiduría de tus cantos, los estanques de fango
Neutraliza el olor de azufre que enferma el alma y la mente
Sé fuente eterna, sabio protector y espejo de mis letras
Mística plegaria, oración divina, cazador de demonios

Multiplica, entre tus bosques, fuentes de aguas límpidas
Enriquece las crecientes flores de loto. ¡Multiplícalas!
Revela, en cada escritura que inspiras, todas mis estaciones
Y, cuando la comprensión se aleje,
déjame dormir para siempre … a los pies … de tu sombra

Te amo, papá

Fanny Jem Wong
27.05.07

“Muchos pozos oscuros encontraré en el camino,
pero a cada paso que mis pies avancen… estos se secarán…¡Así sea!”
JEM













 

 
ÁRBOL SAGRADO: A MI PADRE
ÁRBOL SAGRADO: A MI PADRE
ÁRBOL SAGRADO: A MI PADRE

Trata de El llanto de la Muerte

  CALIOPE ESCRIBIÓ

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El llanto de la Muerte

   

Avanza en silencio cubierto de polvo,

sin desviar su meta, camina el Arcano.

Va dejando en el aire su pútrido soplo,

va segando la vida, guadaña en mano.

 

Su paso es seguro, lenta es su marcha,

conoce el destino que le marca el hado.

Hacia él se dirige su aliento de escarcha

y no se detiene en su andar desgraciado.

 

Tiembla la vida

al sentirlo tan cerca,

ante su mirada,

impasible y serena.

 

Todo destruye a su paso el Anciano,

todo perece al mirarlo la Muerte.

Gritos y llantos deja su estela

y él, impasible, de nada se duele.

 

Callado en su mundo,

el silencio le guarda…

¡Grita la Muerte!

¿Soledad, dónde acabas?

 

Sin poder detenerse,

el cansancio le arrastra…

¡Grita la Muerte!

¿Destino, qué buscas?

 

Mirando la sangre

que su rastro pinta…

¡Grita la Muerte!

¿Culpa, me miras?

 

Olvidado su llanto,

le ciegan las lágrimas…

¡Grita la Muerte!

¡Dios, huye de mí!

 

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Madame Butterfly

Madame Butterfly

 

Madame Butterfly

 

 

 

Giacomo Puccini terminó la partitura de Butterfly en la Navidad de 1903. El estreno tuvo lugar en la Scala de Milán el 17 de febrero de 1904 y a pesar de la gran actuación de la soprano Rosina Storchio fue una de las veladas más desdichadas de la historia de la ópera. El fracaso fue absoluto y vergonzoso. hLm!.com presenta la historia de una de las óperas mas representativas del maestro italiano que durante mucho tiempo fue la más representada en el ámbito internacional.

Tragedia japonesa en tres actos. Libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en la novela de John Luther Long y en la pieza teatral de David Belasco, basada a su vez en la novela.

Personajes: Cio-Cio-San, llamada Madama Butterfly, joven japonesa (soprano); Suzuki, su criada y mujer de confianza (mezzosoprano); F. B. Pinkerton, oficial de la marina estadounidense (tenor); su esposa Kate (soprano); Sharpless, cónsul de Estados Unidos (barítono); Goro, casamentero (tenor); el príncipe Yamadori (tenor); el tío Bonze, sacerdote (bajo); la madre de Butterfly, un comisario imperial, un funcionario del registro civil.

Lugar y época: Una casa en una colina de las afueras de Nagasaki, a comienzos del siglo XX.

Argumento: Una animada obertura, totalmente independiente de la ópera en cuanto a temas, describe la actividad del día que comienza el drama. En un pintoresco paisaje japonés, el casamentero Goro enseña al oficial de marina Pinkerton la casita que éste piensa adquirir «por 99 años», con posibilidad de rescindir el contrato en cualquier momento. También ha obtenido a una joven, una geisha de quince años, de Nagasaki, para celebrar con ella, que lo ama sinceramente, un simulacro de «matrimonio», antes de volver a su patria. El cónsul de su país le desaconseja la aventura, que sólo podrá causar dolor y sufrimiento a la inocente y encantadora «Butterfly». Sin embargo, Pinkerton no sigue su consejo. Levanta la copa para hacer un brindis, que comienza con las notas del himno nacional estadounidense. El cortejo que acompaña a la novia sube la colina; Puccini utiliza la escala fundamental (Do-Re-Mi-Fa sostenido-Sol sostenido-La sostenido-Do) y los «acordes aumentados» que se derivan de ella (por ejemplo Do-Mi-Sol sostenido), que transmiten una sensación de exotismo y que particularmente en el dúo de amor que sigue producen un bellísimo efecto.

La boda se celebra según la costumbre del país. Pinkerton sigue la ceremonia con humor. Cio-Cio-San está presente con toda su alma. Ama al joven oficial de marina con todas las fuerzas de su corazón incauto. Le habla de su familia, de su padre, un alto dignatario del Mikado, que se hizo el harakiri cuando cayó en desgracia. A lo lejos se oye la voz del tío Bonze, a quien Cio-Cio-San maldice porque se convirtió al cristianismo. Pinkerton no lo sabía; lentamente reconoce con cuánto amor depende de él aquella criatura encantadora. Cae la noche, un amplio cielo lleno de estrellas pende sobre las luces de la ciudad del valle, sobre la bahía llena de barcos, sobre la pequeña casa en cuyo jardín la joven japonesa y el oficial extranjero cantan su amor en un gran dúo, muy melodioso.

Han transcurrido tres años. Pinkerton está ausente desde hace mucho; ha prometido volver. Butterfly se imagina la alegría del oficial no sólo cuando la encuentre, sino también cuando conozca a su pequeño hijo, de cuya existencia no tiene el hombre la menor sospecha. Sólo la fiel Suzuki llora y reza sin descanso. Sospecha la cruel traición. Cio-Cio-San en cambio sólo piensa en el día feliz en que la nave de Pinkerton vuelva a entrar en la bahía de Nagasaki. ¿Bajará corriendo la colina para arrojarse en sus brazos? ¿O se ocultará para sorprenderlo, pero también para no morir de alegría ante el inesperado reencuentro? Con fe inconmovible se aferra a esta imagen, a la que Puccini ha dado una forma musical conmovedora en un aria grandiosa: «Un bel di vedremo…».

Llega el cónsul Sharpless de visita. Madama Butterfly lo recibe con educación occidental. Se queja de Goro, que la abruma con propuestas matrimoniales; ¡como si no supiera que está felizmente casada con Pinkerton! Sharpless suspira: está allí para cumplir una triste misión. Ha recibido una carta de Pinkerton. Antes de que pueda decir nada sobre su contenido, Cio-Cio-San le arrebata el sobre y lo cubre de ardientes besos. Y de todo lo que el cónsul comienza a decir cuidadosamente, sólo entiende una cosa: que Pinkerton va camino de Nagasaki. Sharpless no puede seguir leyendo. Butterfly lo agobia a preguntas, está llena de impaciente alegría. Y saber que el oficial se ha casado con una norteamericana que lo acompaña en aquel viaje habría matado a la «pequeña señora mariposa». Sharpless sólo acierta a preguntarle qué haría si Pinkerton no regresara con ella. La japonesa responde tristemente: sólo le quedan dos caminos: ser geisha como antes o morir. El cónsul le aconseja casarse con el rico príncipe Yamadori, que ha pedido su mano. Entonces se da cuenta de que ha herido profundamente a Butterfly. La joven corre a su habitación y vuelve con un niño rubio. ¿Podría olvidarla Pinkerton? ¿Y su hijo? Sharpless, profundamente conmovido, pregunta por el nombre del niño. Se llamará «Dolor» mientras su padre esté ausente; luego, cuando haya regresado su padre, se llamará «Alegría». El cónsul se despide; Cio-Cio-San queda abatida. Pero no quiere dejar de creer. Entonces suena un disparo de cañón en el puerto. Butterfly y Suzuki ven aproximarse una blanca nave, tal como la pequeña japonesa se la ha imaginado miles de veces. La bandera tachonada de estrellas flamea en el cielo azul. ¡Es el Abraham Lincoln, su barco! Desaparece el abatimiento, el corazón de Butterfly late con júbilo. Recoge todas las flores de los cerezos y las desparrama con Suzuki por la habitación, para el recibimiento. La casa debe estar adornada tan festivamente como durante la lejana noche de bodas.

Y esperan impacientes, miran hacia la bahía. En la ciudad se encienden las primeras luces. Pasan las horas. Suzuki se duerme y también el niño está dormido hace rato. Sólo Butterfly está en pie y mira en la dirección por la que ha de aparecer Pinkerton. Suenan melodías del primer acto, acordes tiernos, recuerdos. La noche de verano japonesa es suave y tibia. En algún lugar lejano suena el nostálgico murmullo de un coro.

Cuando amanece y despierta Suzuki, Cio-Cio-San se deja convencer y duerme un rato. La criada la despertará cuando llegue Pinkerton. Poco después aparece el oficial al lado del cónsul y se acerca a la casa. Suzuki ve que hay una señora extranjera en el jardín y sospecha. Sharpless lo confirma todo: es la esposa de Pinkerton. Suzuki rompe a llorar. ¿Cómo se lo dirá a su señora? Pinkerton siente remordimientos; con palabras conmovidas se despide de la casita en la que gozó de una breve felicidad y en la que destruyó una vida.

Butterfly ha despertado. Advierte la presencia del cónsul. Todavía tiene esperanzas de que aparezca Pinkerton para rodearla con sus brazos, aunque tal vez esté escondido para darle una sorpresa. Pero ve a la extranjera y a Suzuki, que no puede hablar a causa de las lágrimas. Cio-Cio-San se domina con un esfuerzo supremo, sólo quiere que le respondan a dos preguntas: ¿Pinkerton vive? Sí. ¿Y volverá con ella? Nunca. Butterfly comprende. Ha ido a llevarse al niño. Llena de dignidad, sale al encuentro de Kate, la esposa «legal» de Pinkerton. Luego desea que la dejen sola. Reza al dios de sus antepasados, contempla durante un rato el puñal de su padre. En el puñal está grabado: «Muera dignamente quien no pueda seguir viviendo con dignidad». Suzuki debe llevarle el niño, del que se despide de manera conmovedora. Y se clava el puñal. Oye la voz de Pinkerton que la llama, tal como ha imaginado innumerables veces. Pero sus fuerzas ya no bastan para llegar hasta él.

Libreto: El norteamericano John Luther Long escribió Madame Butterfly basándose en un informe de su hermano, que vivía en Japón. David Belasco, basándose en esta historia, escribió una obra de teatro que tuvo gran éxito; Puccini la vio en Londres y se dio cuenta de que era apta para la ópera, a pesar de que no entendía bien el inglés. Pidió a sus libretistas Illica y Giacosa un libreto basado en aquel argumento. Puccini deseaba sobre todo que dos elementos de la obra teatral quedasen en primer plano: el amor y la traición. Había que llenar la pieza, pobre en acción, con mucha música que expresara estos sentimientos. Los autores hicieron una ampliación (explotable desde el punto de vista musical) de la nostálgica espera de la japonesa. La primera versión de la ópera era en dos actos, pero no era en absoluto menos humana y conmovedora que la versión posterior, en tres actos.

Música: Puccini se encuentra en el (largo) punto culminante de su inspiración melódica. Desde el punto de vista técnico domina todo lo que la música de su época ha logrado. Une la poesía más delicada al dramatismo más vertiginoso. En esta obra utiliza en parte sonidos «exóticos», sin tomar un solo giro de la música del Lejano Oriente. Obtiene el sonido extraño por medio de la escala fundamental y de los acordes «aumentados» a los que ya aludimos arriba. Con los mismos medios auxiliares han trabajado también otros compositores europeos cuando han querido representar musicalmente el Lejano Oriente; por ejemplo, Gustav Mahler (en La canción de la tierra, basada en poemas chinos), Debussy y Lehar. También de Madame Butterfly se han hecho particularmente conocidas algunas piezas; sobre todo, el aria para soprano «Un bel di vedremo», el dúo de amor del final del primer acto, el «dúo de las flores» de las dos voces femeninas, el expresivo coro que susurra, la breve aria de despedida de Pinkerton, la conmovedora escena de la muerte de Butterfly.

Historia: Puccini terminó la partitura en la Navidad de 1903. El estreno tuvo lugar en la Scala de Milán el 17 de febrero de 1904 y a pesar de la gran actuación de la soprano Rosina Storchio fue una de las veladas más desdichadas de la historia de la ópera. El fracaso fue absoluto y vergonzoso. El compositor llevó a efecto algunos cambios. Junto con los libretistas, preparó una versión en tres actos. Ésta se estrenó en el teatro de Brescia el 28 de mayo del mismo año y fue recibida con entusiasmo; el papel principal estuvo a cargo de Salomea Kruszelnicka. Madame Butterfly fue durante mucho tiempo la obra de Puccini más representada en el ámbito internacional; el papel principal es uno de los «papeles soñados» de las sopranos.

 
 
 

 

Calíope

09 junio 11:32

Una bonita ópera, Madame Butterfly, que expresa muy bien el eclecticismo por el que se caracterizó Puccini en su trayectoria musical, uniendo con mucha habilidad estilos y culturas musicales diferentes. Esto, si bien ahora se le reconoce como un gran mérito, en su época le deparó numerosas críticas por quienes le consideraban excesivamente comercial.
La interpretación de María Callas en el video que recomiendas es maravillosa. Y el aria preciosa. Un bel di vedremo se situa  al comienzo del segundo acto y es casi como un punto de inflexión. Es una de las arias más trágicas de la ópera, a mi modo de ver. Y la razón es el optimismo y candidez que se trasluce en esa esperanza de Madame Butterfly de volver a encontrarse con Pinkerton, en esa visión de cómo será su regreso. Y cuando finalmente regresa, su visión parece cumplirse y, sin embargo, no vuelve para darle el amor que espera, sino para arrebatarle toda esperanza y arrancarle toda su inocencia.
Me gustó mucho la entrada.
Te dejo la letra de ese aria en italiano y español, que es preciosa.
 
 
Un bel dì, vedremo
levarsi un fil di fumo
dall’estremo confin del mare. E poi la nave
appare. Poi la nave bianca
entra nel porto, romba il
suo saluto. Vedi? È venuto!
Io non gli scendo incontro.
Io no. Mi metto là sul ciglio del
colle e aspetto, e aspetto gran tempo
e non mi pesa, la lunga attesa.
E uscito dalla folla cittadina
un uomo, un picciol punto
s’avvia per la collina.
Chi sarà? chi sarà?
E come sarà giunto
che dirà? che dirà? Chiamerà
Butterfly dalla lontana.
Io senza dar risposta
me ne starò nascosta un po’ per celia…
e un po’ per non morire
al primo incontro,
ed egli alquanto in pena chiamerà, chiamerà:
piccina mogliettina olezzo di verbena,
i nomi che mi dava
al suo venire
 
Un hermoso día veremos alzarse
un hilo de humo en el horizonte.
Y entonces aparecerá la nave.
Luego, esa nave blanca entrara
en el puerto, atronando con su saludo.
¿Lo ves? ¡Ya ha llegado!
Yo no bajo a encontrarme con él.
Me pongo allí, en lo alto de la colina,
y espero, espero largo tiempo
y no me pesa la larga espera.
Y saliendo de entre la multitud
un hombre, un punto pequeño
se destaca por la colina.
¿Quién será? Y cuando llegue,
¿qué dirá?, ¿qué dirá?
Llamará a Butterfly desde lejos.
Y yo, sin dar respuesta,
estaré allí escondida,
un poco para inquietarlo,
y un poco para no morir
al primer encuentro, y él,
con alguna inquietud, llamará, llamara:
«Pequeña mujercita, olor de verbena»,
los nombres que me daba
cuando volvía a casa.

 

Crítica lírica.

Y la vida continúa…, en este patio de locas contradicciones.

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