ALEJANDRO, PÁJARO DE ALTO VUELO POR MARCO MARTOS
Pájaro plateado vuela y vuela
a confines del mundo conocido,
un día es New York, otro Madrid,
o Santiago de Chile en el sur,
o Colonia, el centro de Alemania,
o los Campos Elíseos, París,
ciudad luz de las grandes maravillas.
No cesa de viajar, nunca descansa,
no bebe agua dos veces en Londres,
ni en Cusco que motiva el corazón.
¿Aplacará alguna vez sus ganas?
¿Tendrá deseo de permanecer?
¿Querrá fundar su familia de pájaros?
Vuela y vuela Alejandro en los aires,
quiere llegar, partir, llegar, partir,
despliega sus dos alas por los cielos,
dialoga con las nubes, con el sol.
MÚSICOS EN PISAC POR MARCO MARTOS
En la puerta de la iglesia de Pisac,
cerrada con tres candados,
acuclillado el artista forastero,
tocaba para sí mismo en un tambor de metal.
Nos acercamos con prudencia
y al final de la interpretación
pudimos hablarle y saber algo de su vida trashumante
que lo había traído a este hermoso rincón del Perú.
Caminamos luego entre los puestos de los vendedores
de ropa u objetos de cuero o madera,
en la mañana de agosto, con un sol imperial,
mientras unos músicos callejeros, con acento argentino,
ofrecían canciones del Brasil en una armonía total.
Eran jóvenes del conservatorio de buenos aires
en viaje de buena voluntad.
¡cosas veredes Sancho que no podrás entender jamás¡
DAFNE, EL ÁGUILA VIAJERA POR Marco Martos
Tú eres el águila viajera,
vas por el mundo dando luces,
sobre el derecho de la gente,
derecho de los animales,
a vivir en los lomos de la tierra,
con la tranquilidad pasmosa
de los dueños de lo que existe
en todos los lugares bellos.
Un día estás en Cartagena,
otro en Estambul, la muy hermosa,
aterrizas riendo en Ginebra,
o cruzas oronda el Mar Rojo.
Skri Lanka te es muy propicia
pues te encantan los elefantes,
paseas en sus grandes lomos,
mueves las alas, lentas, rápidas.
Te gusta el café en Nueva York,
té con canela en La Paz,
olor de copihue en Santiago.
Calma, anuncias lo conocido,
te internas en lo nuevo siempre.
Eres águila encantadora,
nubes y cielos son tu patria.
ESTHER VALLEJO EN JERUSALÉN POR Marco Martos
Ya Jerusalén se ofrece a sus ojos
deslumbrante en el centro de lo estéril:
las once tribus y aquella de Levi
pululan en callejuelas de abrojos
y piedras y zafiros y rubíes
con su rara belleza. Atardeceres
viven en sus pupilas y ahí crecen
lirios con su blancura impecable.
Sabatt. Revolotean los rabinos
en la multitud. Leen la Torah,
incitan a cerrar todas las puertas.
Meditan las colinas de Judea,
los lamentos del muro están vacíos.
Esther Vallejo piensa en Dios a solas.
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Esther Vallejo, incansable viajera,
llegó a los más apartados lugares del mundo.
Buena como un pan, quienes la conocimos
la recordamos con profundo afecto.
RECLAMO DE DINO CAMPANA
POR MARCO MARTOS
Me has traído, Sibilla Alermo, con engaños,
con tus múltiples juegos de manos y pañuelos
a este páramo de los desesperados.
Es una verde clínica con árboles y con un río,
pero el frío de la soledad es la oscura niebla que reina.
A nadie puedo hablarle, lo has ordenado,
en especial a las jóvenes enfermeras de cofias blancas,
soy el tenebroso, el viudo, el inconsolable,
como aquel Gerard de Nerval de la hermosa Francia.
Y tú ¿eres feliz encerrándome en la nada?
Ya no tienes quien te haga los festejos,
el que te escribía en sus noches blancas
los versos más sentidos de la tierra
que tu dejabas en la mesa como al descuido
para que los leyesen los visitantes,
aunque luego me decías, para ti es fácil escribir, qué gracia.
Dejé que manejaras mi vida,
hasta el contenido de mis bolsillos lo sabías,
mis citas, lo que iba a hacer cada día.
Te acostumbraste demasiado a mí,
me tratabas mal, pero qué mal, y no lo sabías.
Un día me diste de tu propia mano, la pócima de la locura.
Vivo y yago en este manicomio y tengo por distracciones
sentir los amaneceres y el canto dichoso de los pájaros,
oír en mi fúnebre cabeza el rumor del mar de la infancia cada día.
SCARLETT JOHANSSON
POR MARCO MARTOS·
Tú concentras la belleza del norte del mundo,
tus ojos semejan dos lagos turquesas,
tus cabellos son de miel, tus pechos poderosos.
Una suave tranquilidad emana de tu rostro
y cuando ríes conmueves a todos.
Mirándote, no sé dónde van mis ojos.
Ahora se detienen en la hermosura de tus pies
metidos en unos curiosos zapatos que cubren el dorso
y dejan observar cada uno de tus dedos
y la diez uñas, pintadas de blanco riguroso.
Tú traes los hielos de Dinamarca
a las calles bulliciosas de Nueva York
y el fuego central de la tierra que combate nuestros fríos.
Conmueves a quien te ve en los festejos
y a millones que te admiran
en la oscuridad soledad de los cines.
Tú mejoras la vida de todos.
TE SUEÑO LUMINOSA, ESCRIBE PROPERCIO POR MARCO MARTOS·
Cuando se van humeando los tigres de la noche,
una luz vestida de primavera
aparece dibujando en los cristales tu figura:
una diosa con sus dos alas,
de extremada bondad, de roja llama,
roja y azul en la alborada.
Voy con mi sombra protegido
por tu luz que me alimenta.
Parece que deambulo, pero camino
muy firme por las calles de Roma,
para que sombra y luz sean una sola
y el suave abrazo que te doy al mediodía
junte tu destino conmigo para siempre,
y si voy entre fieras en el légamo de la noche
llevo la luz y la sombra de tus ojos de pantera
y doy zarpazos y te defiendo y me defiendo
hasta que desciendo de mis andamios
y en mi reposo te sueño entre mis sombras
como diosa radiante y luminosa.
Este poema forma parte de mi libro «Máscaras de Roma», actualmente en librerías, editado por «Caja Negra».
POEMA TRISTÁN PARA ISOLDA Por MARCO MARTOS
TRISTÁN PARA ISOLDA Por MARCO MARTOS
Muy lento y descuidado llegue tarde
a tu homenaje, distraído busqué
el incienso, la mirra, los regalos
que debía poner en propias manos
para ganar piedad de tus dos ojos
y complacencia de tu alma conmigo
que te amo tanto, tanto, soberana.
Solo dolor se ensaña con mi cuerpo,
solo días muy duros, tormentosos,
las horas largas me acompañan siempre,
merezco tu castigo, no lo ignoro,
quiero ser digno de misericordia.
En mi horóscopo no está olvidarte,
vivo queriéndote, halagándote.
Marco Martos escribió
Traté de imaginar esta escena: Tristán llega tarde a una cita con Isolda, ella se ha marchado, él queda desolado, entonces escribe ese texto con el corazón en la mano.
UN GATO NEGRO
POR MARCO MARTOS
Un gato negro sobre el blanco de las nubes,
atraviesa los cielos con candelas verdes,
esconde sus uñas, feroces en las contiendas,
parece que ofrece su mano en los salones.
Es la viva tranquilidad en la tarde del verano,
el palpitar de la vida sosegada a sorbos,
el lenguaje felino de los días frescos,
silencioso, si cabe, como una montaña,
se mueve un bigote, el maullido calla,
espera una caricia de la dama arrebatada.
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