Si uniéramos a diversos artistas del art nouveau como Gustav Klimt o Aubrey Beardsley, los metiésemos en un caldero y añadiésemos un chorro generoso de estética típicamente japonesa, una cucharada del conocido “estilo mangaka” y una pizca de un no-sé-qué muy personal, el resultado sería, más que posiblemente, el arte de Toshiaki Kato.
La mezcla perfecta
Este artista japonés es uno de esos ilustradores que encontraron su camino en trabajar su estilo partiendo claramente del de alguien más. Como apasionado del modernismo y de autores que comentamos arriba (Beardsley, Klimt…) encontró un modo de unir esa estética tan marcada a sus propias raíces asiáticas. Japón está siempre presente en sus trabajos, es un ave planeando bajo sobre las cabezas de sus personajes: grandes ojos y patrones que reconoces al fijarte, o en muchos otros casos una oda obvia a su tierra natal, un lienzo que rezuma aroma a cerezos y templanza.
Además, sabe implementar todo eso muy bien a su estilo personal. No es que todo se reduzca a que Kato se basa en un estilo pasado, algunos admiradores de su arte como yo lo consideramos un modo que él tiene de alimentar su propia obra, hasta el punto en el que, muchas veces, casi creerías que algunos de sus trabajos son ilustraciones originales de algún contemporáneo de Beardsley:
De la letra popular nace Kato con su obra
Como en las mejores obras de Klimt, sus ilustraciones están plagadas de texturas, de color y de detalles. Contrastes cromáticos muy planeados y fondos llamativos que, pese a serlo, no opacan el protagonismo de las figuras principales, que suelen encontrarse claramente distinguibles (a excepción de, por ejemplo, obras como Lady of Spring, arriba, donde pese a que la dama que da nombre al cuadro resalta por completo, de un primer vistazo nos puede costar ubicar detalles como el rostro).
Como muchas veces sucedía en la ilustración art nouveau, su inspiración suele orbitar alrededor del concepto de la naturaleza, las formas orgánicas y sobre todo la mujer, aunque puedan ir acompañadas de hombres (recordemos una vez más las obras más famosas de Gustav Klimt).
Las siluetas de Kato tienen ese aire oriental que estamos acostumbrados a ver en mangas y en animes (de hecho tiene el mismo aire mágico que algunas ilustraciones de CLAMP), pero discretamente suavizado para que no sea lo preponderante de la obra. Además sus figuras son siempre espigadas y elegantes; y no puede ser menos cuando una de sus temáticas preferidas es la leyenda, el cuento popular y la literatura clásica. Mira a continuación por ejemplo su reinterpretación de El Fantasma de la Ópera, novela original de Gastón Leroux publicada en 1910:
Debe estar conectado para enviar un comentario.